La guerra ha terminado. En las arenas infinitas del planeta perdido un sobreviviente halla un disco de vinilo, sucio, pero en buen estado. Lo lleva a casa y busca entre millones de trastos viejos un tornamesa que cambió hace cientos de años por un puñado de azúcar. El sonido que sale del vinilo sabe a soledad, huele a tinieblas. Una suerte de respiración ronca, asmática, empieza a rondar su pecho. La guitarra lo hunde en el lado oscuro. La voz lo transporta a los tiempos anteriores a la rebeldía. Quiere comprender por qué este disco lo imtimida y lo obliga a sacar del pecho los más profundos demonios.
Y allí está Quint Baker, tocando la guitarra desde algún lugar de Nueva Zelandia que nadie conoce. Los discos llegan a casa de quien los pidió y son entregados por un mensajero anónimo. El empaque es distinto. Lleva marcas de lápiz y otros signos de trabajo artesanal.
Shona-May Alice es dueña de la voz que evoca centurias. Quint hace las guitarras y el sintetizador. Juntos han puesto de cabeza las emisoras kiwi desde el 2008 con esa delicada red de folk con canción-poema que suena a los orígenes de la radio. Parece que cantan desde algún lugar más alto, en la medianoche del tiempo. Parece que conocen algo que nadie cree real. ¿Tocarán sus compases desde la Estrella de la Muerte o desde un lugar paralelo en la Tierra?
The Darth Vader Disco.
Robo Distaste.
Algún lugar de Nueva Zelandia.
EP: Lunatics love, 2008.
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