Foto: RPP
Fue como lo imaginaba. Un espectáculo sin tiempo, que podría haber sido ejecutado a finales de los 60 o ayer, con la misma maestría. Una fiesta magnífica, con músicos de primera y efectos paralizantes. Y con un factor decisivo: ese viejo lindo que te hace la noche con sus chistes mongos y su carisma. Con una vitalidad imposible a sus 69 años y tantos meses. Y con esa voz mágica que todavía conserva. Hablamos de Sir Paul McCartney. Hay que sacarse el sombrero y aplaudir.
Digamos que la mitad de los 47,000 peruanos (ecuatorianos, colombianos, brasileños) que estuvieron anoche en el Monumental hubieran preferido ver a Lennon. O a McCartney y Lennon juntos. Y a Harrison, McCartney y Lennon juntos. Y con ellos, Starr. Pero la parte de la historia musical que nos ha tocado vivir es suficiente. Nunca me gustaron tanto los Wings, los discos de McCartney solo me parecen regulares. Lo que sí toca, lo que te hace tambalear de emoción y hasta quebrarte es escuchar por única vez en tu vida esas canciones que acompañaron tu formación musical interpretadas por la voz original, que hace 50 años sacó adelante la banda de la que todos hemos aprendido algo. Sí: a querer escuchar música.
Macca empieza el show. Le perdonamos los gritos mexicanos
Fui al estadio, como casi todos, como fanático de los Beatles. Y fue más que magia poder escuchar un repertorio tan cargado de recuerdos. "Hello goodbye", una canción del Magical Mistery Tour, el primer casete que compré con mis propios ahorros cuando tenía 11 años. "All my loving", uno de los temas pioneros de la beatlemanía que tras tantos años de haberlo descubierto sigue siendo de mis favoritos. "Drive my car", esa que tocaba de niño con mi hermano, guitarra en mano. "Blackbird", la que nunca me salió pese a todo el empeño que puse.
Escuchar "Something" como homenaje al amigo George no tuvo precio. Aunque es truco viejo (Paul lo ha repetido el año pasado durante su gira), siempre surte efecto. Qué será: el crescendo de ukelele a banda completa, que se te mete en el pecho; las fotos de los niños Paul y George que adornan la pantalla de fondo. Lo magnífica que es la canción... al final, todo. No es tan emotivo el otro homenaje, a John, quizás porque "Here today" es menos conocida, aunque hermosa, o porque alguna razón impide a Paul usar imágenes de su socio de toda la vida. ¿Algún recuerdo para Ringo? Bah... el hombre está vivo.
Tanta emoción vivida hasta entonces no podía, sin embargo, compararse con aquellas que sentían algunos hombres y mujeres con carteles que decían: "Paul: Te he estado esperando por 50 años". Padres jalándose los pelos mientras sus hijas adolescentes les aconsejaban: "cálmate papi". Señoras con lágrimas en los ojos mientras las brillantes notas de "And I love her" sonaban. Cuántas veces habría sido dedicada esa canción, cuántas manos pedidas y cuántos corazones rotos a los que de pronto asaltaba un recuerdo cubierto de polvo.
Uno de los tantos puntos altos de la noche: "Eleonor Rigby", por krisofk
Ni qué decir de las canciones beatle que me siguen destapando la cabeza. "Eleanor Rigby" es como volver a ir a misa tras una vida de pecados. "A day in the life" te transporta a una dimensión paralela en la que todo, todito, vuelve a ocurrir. "Day tripper" nunca sonó mejor que macerada en 46 años de historia. Y "Helter skelter" fue el gran regalo de la noche. Brillante interpretación, por donde se le quisiera ver.
Los superhits también tuvieron esa cuota de complicidad que animaron a cantarlos. "Yesterday" me gustó un poquito, por fin, luego de décadas. Y "Hey Jude", pues qué decir, es la canción de estadio por excelencia. Dejar de gritarla era pecado.
Gran panorámica del Monumental en "Hey Jude", por Kramerbol
Pues bien, he de decir que las canciones de los Wings también me hicieron pisar el palito. La versión de "Let'em in" que se mandó la banda, con esa marcialidad serena de guardia británica, fue extraordinaria. "Mrs Vanderbilt" fue la más tonera, de lejos. La saltaron incluso las personas con muletas. Por supuesto, la pirotecnia de "Live and let die" fue como el exceso calculado de la noche.
La pirotecnia de "Liva and let die", por kramerbol
Dejo para el final al McCartney frontman. Viejo zorro de los escenarios, es capaz de vacilarse con el público como si lo conociera de toda la vida. Pide bulla cuando la gente se queda pegada (algo común en el lornaza público limeño). Hace bailecitos y bromas que debe haber aprendido en las épocas de la radiola. Repite su discurso en español anotado en papelitos sobre el piso. Hace lo que todos quieren ver: pasear la bandera, ponérsela sobre los hombros. Gritar "Viva el Perú carajo", dos veces (la segunda vez con mucho mejor pronunciación). Promete regresar, algo tan creíble como los planes de gobierno de nuestra segunda vuelta. Y sale tan feliz y campechano, tan campante, como si recién empezara una fiesta a los 15 años. En el estadio, miles de almas sin piernas tratan de descansar un poco antes de regresar a la realidad. Esa vitalidad lo hace un genio. Casi casi un dios. Bueno... hablemos de mitología.
Un día antes, a la salida del hotel. Un hombre sencillo
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